Invitación a filosofar
Por Camilo Arcaya • 11 ene, 2021 • Sección: PortadaJuan D. García Bacca
A una meta ideal a la que, desde donde escribo, no podría llegar una bala sino con mínima probabilidad; pero a la que llegarán, con máxima probabilidad, mis pensamientos y mis afectos.
Prólogo
I
Ni por un instante me hago la ilusión de tener tanto éxito con esta Invitación a filosofar como el obtenido por la Aufforderung zum Tanz, por la «Invitación a bailar» de Weber.
Y lo digo con una cierta envidia por el éxito de Weber, y sin intención alguna despreciativa por el gusto del público, más sobornable por una invitación a «bailar» que por una invitación a «filosofar».
Podría ser muy bien, en definitiva, que el público nos diese, con esta preferencia suya, una no despreciable lección a los filósofos.
¿Por qué la filosofía no habría de parecerse, en efecto, un poquito más a la música; por qué el filosofar no habría de asemejarse algo más a una invitación, a una incitación vital, a un poner en movimiento al hombre entero, comenzando por los pies, por lo que de él toca a tierra?
Y no es que pretenda resucitar, si es que alguna vez vivió, la distinción nietzscheana entre filosofía dionisíaca y apolínea.
No lo intento: simplemente, porque cuando una filosofía adopta la forma apolínea está muerta o, a lo más, es una bella durmiente.
Toda filosofía viva y en trance vital es dionisíaca; es una borrachera de ideas; y el filósofo, en cuanto tipo de vida, es un Baco, un beodo más sutil y considerado que los vulgares chispos.
En la borrachera de vino, el ritmo no existe; y de las curvas geométricas, sólo la sinusoide -palabra griega para aludir con eufemismo a cierto tipo de curvas- conserva un oscilante dominio geométrico.
Por el contrario: en la borrachera de ideas, las ideas imponen un ritmo perfecto, un sistema de curvas y conexiones ideales que llamamos lógica y dialéctica. Por eso, el filósofo parece superlativamente cuerdo, precisamente mientras y porque está superlativamente borracho.
Pero es menester que sepamos delicadamente qué es lo que baila al son de qué; y más radicalmente, si hay algo que baila; sobre todo si las ideas son capaces de bailar. Sigue en…